Alquilé un libro en la Biblioteca Humana
Tentada por los vistosos anuncios de la Biblioteca Humana, acudí al “Jardín Real” en su busca.
Lo cierto, es que no se reconocían las estanterías que se podían ver en los anuncios, aquí los “libros” lucían camisetas negras, por lo que era necesario recurrir a un catálogo con descripciones de los diferentes tipos y las características que podían dar lugar a prejuicios. El amable personal situado tras los mostradores informaba del momento en que un determinado “libro” quedaba disponible, y si tocaba esperar, se podía matar el tiempo con una taza de café con tarta o fruta, un refresco y un sándwich o una agradable charla con uno de los organizadores u otro de los “libros” que no estaban en préstamo en ese momento. El caso es que no había la afluencia esperada en un soleado, aunque con viento, mediodía de sábado como este.
El ambiente era amistoso y libre de conflictos. El “libro” con el que mantuve una charla, participa por segunda vez, la primera había sido en el Festival de Roskilde en el año 2000 dentro de la iniciativa “Stop a la violencia”. Aquella vez se presentó como aficionado del Brøndby, un equipo de fútbol que despierta rivalidades como las Madrid-Barça, pero en esta ocasión lo encuentro como víctima de un accidente ferroviario en el que ha perdido una mano y una pierna. Me cuenta que todavía no ha estado en préstamo con alguien que tenga prejuicios contra él. La mayoría se interesan por su situación, en este marco no resulta ofensivo preguntar a un discapacitado sobre el cómo y el porqué de su discapacidad. Además, uno de quienes lo alquilaron le pidió consejos sobre cómo debía comportarse con un amigo que acaba de sufrir un accidente.
Una señora está en el mostrador a la busca de un auditor pero no tienen ninguno, tampoco hay trabajadores inmobiliarios, pero le dicen que mañana tendrán un abogado. Cuando le pregunto sobre sus prejuicios contra esas personas me contesta que necesita algunos consejos ¡para vender su casa! En un banco está sentado un agente de uniforme que ofrece orientación profesional a un adolescente que ha venido con su madre. Más allá, una señora de 76 años habla con un pintor de graffitis. Alguien pintó en la puerta de su casa y quiere saber qué tiene de divertido pintar las paredes de las casas de los demás.
Zóe Kofod, una de las organizadoras, me permitió amablemente hacerle esta pequeña entrevista:
Definitivamente volví a casa de la Biblioteca Humana en un agradable estado de ánimo pero sin mis expectativas cumplidas. No había ninguna recopilación multicolor dónde algunos de mis “objetos de prejuicio” estuvieran representados. Ninguno de los “libros” resultaba repulsivo para mi. No había ni borrachos ni sujetos apestosos, ningún pandillero dopado con Epo acompañado de su perro de presa, tampoco viejas viudas malhumoradas bañadas en perfume pesado…
La iniciativa se promocionó como algo mucho más provocador de lo que fue en realidad. Es dudoso que una charla de media hora en la Biblioteca Humana con una stripper en ropa de diario , pueda reprimir los prejuicios que uno siente cuando se la encuentra una noche a las puertas de un café mientras se está esperando un taxi en medio de la zona de prostitución y narcotráfico.
Pero por supuesto, en una gran ciudad como Copenhague, donde casi cada vez que alguien te dirige la palabra por la calle lo percibes como un posible peligro, cabe la esperanza de que con la Biblioteca Humana cambie esta tendencia y florezca la capacidad de hablar con los extraños.
He entrado en vuestro blog, picado por la curiosidad del comentario que dejasteis en uno de los dos míos, y me sorprendió muy agradablemente. Frente a la vulgaridad imperante, derrocháis originalidad, frescor, simpatía, y…¡sorpresa de las sorpresas!… está muy bien escrito. (Solo pude seguiros en español; mi danés no da para tanto).
Enhorabuena. Me gustaría saber más sobre vosotras. Espero obtener más claves por la lectura de vuestros posts y, si queréis escribirme, tenéis mi correo.
Un saludo,